Nunca he encontrado quien me explique una curiosidad lingüística de la Fiesta Nacional y de la cabaña brava que la mantiene, así como de los hispalenses fogones, barras y manteles: por qué los toros en la plaza del Arenal tienen rabo y servidos en los platos de los bares y restaurantes de Sevilla tienen cola, como las cajas de Zara. En ninguna carta de comedor o pizarra de tapas ponen: “Rabo de toro”. Y cuando lo de El Cordobés o lo de Ruiz Miguel no dijeron que habían cortado “una cola en Sevilla”, sino “un rabo en Sevilla”. ¿Por qué es esto así? Ah, misterios insondables del habla…
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